A medida que avanza la vida, nos llegan más y más dudas; que si estamos en el camino indicado, si habremos tomado las decisiones correctas y si aún estamos a tiempo para hacer todo aquello que alguna vez soñamos.
Esta vez, me gustaría referirme más en específico a las relaciones de pareja ya que cada día veo más conocidos comprometiéndose, teniendo bebés y más dudas sobre cuándo será mi momento. He escuchado a varios decir que pasando los 30 se habrá acabo y el tiempo se nos habrá pasado, mientras que otros remarcan que conocimos al amor de nuestras vidas en secundaría, en prepa o en la carrera; y hoy por hoy, ninguna me hace sentido.
Creo que somos la generación de la inmediatez, queremos todo en el momento que deseamos y cómo lo pensamos, sin darnos el tiempo que cada cosa y momento conlleva. Ya no nos interesa conocer a una persona para saber de su historia, sus miedos, sus sueños y las canciones que algún día los hicieron bailar y cantar de emoción. Hoy por hoy, conocemos a las personas para ver si son adecuadas para nosotros con base en lo que queremos, siguiendo una lista de criterios, estableciendo estándares que nos fijan no solo nuestro círculo social, sino la sociedad a través de redes sociales y lo que escuchamos y vemos día con día y jamás nos detenemos a pensar si es lo que queremos.
Ninguna persona será perfecta, y eso no debería ser motivo para que perdamos la oportunidad de conocerla, compartir nuestras vidas y ser juntos aunque sea por un momento; y no, no habremos perdido el tiempo tras una relación que no ha funcionado, porque en ella, habremos descubrido algo más allá de nosotros mismo, que jamás imaginamos y que siempre habría vivido dentro de nosotros, dando lugar a cosas que jamás imaginamos que nos gustarían o cosas que siempre pensamos que queríamos para al final no serlo.
El conocer a una persona no es solamente navegar en el océano de sus imperfecciones pero también en el nuestro, y aprender a amarnos por quienes somos, en las heridas, en las virtudes, y en el proceso de descubrirnos; entendiendo que no somos un punto y aparte, sino un punto y coma, que sigue, se transforma, evoluciona y cambia, tal como aquella persona que tenemos enfrente.
Y creo que ya no valoramos conocer a alguien como lo hacíamos cuando teníamos 16-18 años y un café significaba el mundo porque eso representaban nuestros ahorros de meses para poder invitar a la niña que nos gustaba a salir y platicar, sabiendo que esa sería una de las pocas veces que podríamos hacerlo en un buen rato. Así también, valorábamos más las conversaciones y el poco o mucho tiempo que teníamos con las personas porque eran los recesos o la hora de salida cuando teníamos unos minutos para acerarnos y platicar, y siempre nos faltaban más cafés o más recesos para platicar; se trataba del tiempo que pudiéramos compartir con la otra persona y no del tiempo que la otra persona nos puede hacer perder.
Volvamos a esos detalles, a la inocencia, a aprovechar aunque sean 5 minutos, pongamos pausa y conozcámonos y créeme que hoy, en nuestros 20s, nos sobra mas que tiempo para eso. Nunca seremos tan jóvenes como hoy, dejemos de perseguir coches, anhelar utopía y sentémonos a ver el horizonte, sintamos el atardecer, veámonos a los ojos y hablemos de cómo nos divertíamos cuando éramos niños. Volvamos a ser humanos, volvamos a valorar el ser y compartir con alguien, volvamos a pausar la vida de vez en cuando.
